
Por: Lino Villanueva
El primero de Julio de 2010 fue reglamentado en Colombia el Sistema Nacional de Áreas Protegidas a través del Decreto 2372, proclamando el deber del Estado de proteger la diversidad e integridad del ambiente, conservar las áreas de especial importancia ecológica y fomentar la educación para lograr estos fines. Adicionalmente, establece que el Estado debe planificar el manejo y aprovechamiento de los recursos naturales, para garantizar su desarrollo sostenible, su conservación, restauración o sustitución, así como cooperar con otras naciones en la protección de los ecosistemas fronterizos. También incluye deberes compartidos entre el Estado y los particulares como la obligación de proteger las riquezas culturales y naturales de la nación, así como obligaciones a cargo de las personas de manera exclusiva como la de proteger los recursos naturales del país y velar por la conservación del ambiente sano. Confirmando también que los parques naturales son inalienables, imprescriptibles e inembargables.
Todo eso suena muy bonito, pero en la práctica la cruda realidad es otra. Por ejemplo, en el municipio de Piojó, su exuberante naturaleza ha sido afectada por problemáticas ambientales en el transcurrir de su historia, causadas todas por el hombre, principal depredador de este planeta en que habitamos. Inicialmente, tenemos que mencionar la tala indiscriminada de árboles en la cima del Cerro de La Vieja desde los tiempos de la Colonia. Desde aquellos años se utilizó y se comercializó el carbón vegetal para cocinar, para calefacción, para iluminación y para fundición de metales. Por hechos como este, se puede indicar que, a nivel nacional, la cobertura de este tipo de bosque ha disminuido drásticamente. En Colombia, se estima que solo queda un 8% de la cobertura original de bosque seco tropical. El bosque del Cerro de La Vieja fue una vez hogar de un conjunto de vibrantes plantas y animales, pero con la llegada de las plantaciones de caña de azúcar, maíz y yuca en la primera mitad de los años 60, fueron gravemente disminuidos. En la actualidad apenas el 12% del bosque original permanece.
Allí también se presenta otro fenómeno que afecta el bosque del Cerro de La Vieja. Resulta que un gran sector rocoso es explotado por la minería ilegal, extrayendo la piedra para construcción. Esta práctica se lleva a cabo sin ningún control desde hace más de ochenta años, perjudicando los cultivos de la palma amarga (la planta insignia de Piojó), debilitando el suelo y provocando erosión. Esto también acarrea una serie de graves inconvenientes para los animales que habitan en esa parte del bosque. [Ismael Jiménez, 2015].
Otra problemática que durante décadas ha afectado al ecosistema de Piojó ha sido la caza de animales de monte como venados, lapas, saínos, iguanas y tortugas. Esta práctica ha tenido un impacto negativo en la fauna y el equilibrio ecológico de este territorio. A pesar de la prohibición, existe comercio ilegal de carne de monte, lo que pone en peligro a diversas especies y amenaza la sostenibilidad de los ecosistemas. La caza de animales de monte en los pueblos del Atlántico es una práctica con una larga tradición cultural y alimentaria, pero que requiere de una regulación y gestión sostenible para evitar el impacto negativo en la fauna y el medio ambiente.
Finalmente, hay que mencionar que en el municipio de Piojó lamentablemente las aguas residuales son vertidas a los cuerpos de agua originales del Cerro de La Vieja. Esto sucede porque se ha instalado allí un sistema de alcantarillado sin planta de tratamiento de aguas residuales, produciéndose, por lo tanto, un serio problema de contaminación por excretas en el sector del barrio Villa Leidy. El objetivo principal de una laguna de oxidación, también conocida como planta de tratamiento de aguas residuales, es tratar las aguas negras y grises para eliminar los contaminantes y reducir la carga orgánica. Los habitantes del barrio Villa Leidy de Piojó claman por una solución rápida para esta situación.
Todo esto se presenta en Piojó con la indiferencia de sus autoridades. Esperemos que la declaratoria que recientemente aprobó el Consejo Directivo de la Corporación Autónoma Regional (CRA) para el Cerro de La Vieja como nueva Área Protegida del Atlántico, contribuya en la solución de todas estas problemáticas ambientales.











