Reflejos, un filme colombiano de suspenso psicológico recientemente estrenado en las salas del país, se posiciona como un hito dentro del cine nacional al integrar, de manera inédita, arte, ciencia y tecnología. Sus efectos visuales fueron desarrollados no en estudios tradicionales, sino en entornos académicos vinculados con la estadística y las matemáticas aplicadas, gracias al trabajo de estudiantes y egresados de la Universidad Nacional de Colombia (Unal). Esta apuesta tecnológica, que incorpora modelos de imagen y video basados en inteligencia artificial (IA), permitió construir soluciones visuales innovadoras que respondían directamente a las necesidades narrativas de la película.

La historia sigue a Javier (Robinson Díaz), un hombre atormentado por visiones de su infancia. Raquel (Amparo Grisales) lo contrata para restaurar una vieja casona embrujada, donde cada noche, exactamente a las 3:33 a. m., aparece el espectro de una misteriosa mujer interpretada por Viña Machado. En su obsesión por salvar a alguien que ya ha muerto, Javier acude al padre Alirio (Jorge Cao), mientras la trama se sumerge en temas como el destino, el miedo, el amor y la frontera entre la realidad y los sueños. Con juegos visuales basados en reflejos y quiebres perceptivos, el director Miguel Urrutia planteó retos técnicos que llevaron al equipo a adaptar herramientas digitales e incluso a inventar nuevos procedimientos.

Aunque al inicio la producción no planeaba trabajar con IA, la búsqueda de una estética que evocara fragmentación, onirismo y distorsión abrió la puerta al uso de esta tecnología. Gabriel Patrón Herrera, estadístico de la Unal y director de efectos AIVFX, encabezó un equipo conformado por dos investigadores jóvenes: Juan Flores, físico y pianista, y José Sebastián Ñungo, estudiante de Matemáticas Aplicadas. Ambos aportaron su comprensión profunda de los modelos internos de IA, lo que resultó crucial para enfrentar un desafío sin precedentes en el cine colombiano.

El equipo trabajó con modelos como Stable Diffusion para la generación y transformación de imágenes, y con sistemas especializados para la manipulación de video. Utilizaron adaptadores que permitían controlar poses, profundidad y composición, refinando detalles para lograr una apariencia precisa y coherente con la visión estética del director. Para ello, debieron investigar, experimentar y ajustar parámetros técnicos en un proceso sin manuales previos, construyendo soluciones a medida a medida que avanzaban.

El empleo de IA no surgió espontáneamente. Patrón y Urrutia llevaban años explorando la posibilidad, desde mucho antes de que la tecnología alcanzara su actual nivel de sofisticación. Esa preparación les permitió ejecutar en solo tres meses un trabajo que habría requerido mucho más tiempo bajo métodos convencionales. A pesar de que la intervención visual final ocupa menos de dos minutos en pantalla —especialmente durante los créditos—, esos segundos condensan meses de análisis matemático, experimentación y programación.

Las escenas intervenidas con IA buscaban tener un aspecto pictórico, a veces similar a una pintura renacentista. Los modelos generativos, cuya lógica se basa en problemas clásicos de muestreo estadístico, permitieron generar texturas imposibles de lograr por métodos tradicionales sin elevar considerablemente el presupuesto. La película muestra, así, cómo conceptos matemáticos pueden ser traducidos en imágenes fantásticas, distorsiones visuales y paisajes oníricos.

Reflejos ya ha recibido reconocimiento internacional, obteniendo premios a “Mejores efectos especiales” en el Tabloid Witch Awards en Los Ángeles y en el Bogotá HorrorFest, y siendo seleccionada automáticamente en 33 festivales de 16 países. Para Patrón, la película demuestra que la IA puede expandir las posibilidades narrativas y visuales del cine sin reemplazar a los creadores: es una herramienta que, guiada por científicos y artistas, abre un camino nuevo para la cinematografía colombiana.

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