Por: Jaime Guzman.

No fue un sueño. En días pasados me levanté y el ‘monstruo verde’ del onceno del Palmeiras otra vez angustiaba mi dormir. En el momento onírico evidencié un espacio ya vivido y fue algo parecido a como si en la escuela me tocara habilitar una materia que estaba a punto de perder.

Así le pasó al Junior, exactamente cuando desperté de aquel sueño más parecido a una pesadilla en medio de un pantano con aquel esperpento de o más bien de la presentación que tuvo el onceno local, que no fue la mejor, ya que el ‘verdao’ hizo de las suyas y ganó otra vez en la ciudad de Barranquilla.

Sonará metafórico lo anterior comentado, pero la sensación del miércoles fue la de un juego que podría resumirse en dos palabras: ansiedad y angustia, detrás de nada o tal vez de un Junior  que intentaba mostrarse ante un rival que quería desarmar con la sed de derrotarlo desde hace un año, pero que no tuvo la jerarquía para serlo y hacerlo, como sí la tuvo el cuadro de Scolari. El primer caso, la ansiedad, es porque el cuadro rojiblanco viene de un proceso y hay que seguir y no debe fallecer en medio de su alta competencia en el rentado nacional y el segundo, la angustia, es que por más estelares que hayan sido los jugadores que se reforzaron, como equipo aún le falta solidez, porque tristemente el balompié es colectivo y no individual.

Creería que no en vano el sueño no fue del todo extraño y pude valorar con la inquietud con que pude apreciar el juego, donde no solo en el terreno de juego se vivía una competencia, sino en las expresiones de las personas que asistieron al escenario deportivo, no dejándome contemplar lo sucedido, como si la esperanza en el sueño se ahogara poco a poco en un fango profundo.

Ahora bien, los jugadores pudieron ser más prácticos como pude serlo en la pesadilla, de arrojarme en la arena y esperar una ayuda ‘Divina’ en este caso, ¡pero no!, a los rojiblancos les faltó mayor habilidad y profundizar, para ver que hacía el árbitro central que estaba tan sensible con el ‘pito’ o qué cosa extraordinaria haría posiblemente el cuarto árbitro, pitando algún penal que nunca llegó, ya que que hizo un cambio inesperado pero que tampoco incidió en el desarrollo del partido aunque sí fue centro de burlas durante el juego.

Mientras tanto, fue tarde cuando Junior se aproximaba más al arco rival. No decidía la mejor opción y como tal vez pude hacerlo en este ‘misterioso encuentro’, lograba salir del fango para poder solucionar el problema, así en paralelo transcurría con el cuadro barranquillero, pero lo cierto es que la ansiedad por querer rematarlo rápido y estructurarlo bien, anotando un gol y después otro… y por qué no, saliendo de su juego, que ya es conocido, terminaron por ahogar los gritos de felicidad de la tribuna.

Ni hablar de la angustia, saber que tenían que reforzarse, pues se vislumbraba que otro golpe podría caerles como cuando yo me abatía de nuevo en lago verde… Así le sucedió a los dirigidos de Luis Fernando Suárez, quienes recibieron el golpe y después no pudieron salir de nicho peligroso, donde el rival era más rápido y taponaba cada estrategia que fabricaba el vigente campeón de Colombia.

Al final pude levantarme y salir del charco, con ciertas cicatrices pero con el respiro y la cierta tranquilidad de que hay mucho por recorrer.

Despierto ya, sé que no está lejos y puedo recuperarme y no volver a cometer esos detalles adversos que favorecieron al ‘monstruo verde’. Igualmente pasa con Junior: aún la meta se puede conseguir. Y aunque hayan aficionados que vociferaban y otros manoteaban, hay todavía una luz. Se sabe que se ha perdido una batalla mas no una guerra, porque la esperanza es lo último que se pierde.

Solo hay que concentrarse y saber que para ganarle al mejor, primero debemos derrotar nuestros propios temores, matando a la angustia y controlando la ansiedad. Es precisamente ahí donde encontraremos a los verdaderos héroes y figuras en cada partido de suma importancia y de trascendencia.