Por: Redacción.
Hace dos décadas, Pedro Almodóvar (69) estrenó Todo sobre mi madre, película con la que logró los premios más sagrados del séptimo arte, como el Oscar, el Globo de Oro y el Bafta al mejor filme de habla no inglesa. También se alzó con el premio al mejor director en el Festival de Cine de Cannes.
El manchego está paseando estos días por ese mismo Festival con una nueva película, Dolor y Gloria. Por sexta vez, el director está nominado a la Palma de Oro a la mejor película, un galardón que, hasta la fecha, se le ha resistido y que, según ha confesado hace unos días, no está obsesionado por conseguirlo.
Pero el abrumador éxito que consiguió con Todo sobre mi madre también tuvo algunas sombras. Conviene realizar un pequeño flashback hasta el cambio de milenio para descubrir uno de los secretos mejor guardados de don Pedro de la Mancha. Tras la borrachera de felicidad al conseguir su primera estatuilla dorada, Almodóvar tuvo que lidiar con una resaca difícil de digerir. Celeste Holm, actriz del Hollywood clásico protagonista de La barrera invisible -ganó el Oscar a la mejor actriz secundaria- y Eva al desnudo, demandó al director español por utilizar su imagen sin su consemiento. ¿Por qué? La respuesta está en los tres minutos del comienzo de Todo sobre mi madre, cuando Cecilia Roth (Manuela) y Eloy Azorín (Esteban) aparecen cenando mientras ven en televisión Eva al desnudo. Y ése fue el origen del conflicto. Madre e hijo ven escenas de este clásico donde aparece Celeste Holm. Otro escollo para Almodóvar fue la traducción al inglés de su película, la literalidad hacía llamarlo All About my Mother, muy similar al nombre original de Eva al desnudo (All about Eve). Antes de fallecer a los 95 años en el 2012, Celeste Holm me desveló el misterio.
Sentada en uno de los sofás de su enorme salón con sorprendentes vistas a Central Park de Nueva York, confesó: “Cuando vi la película me quedé estupefacta. ¿Por qué no se habían puesto en contacto conmigo? Supongo que debieron pensar que estaba muerta (sonríe). Pero no, estaba bien viva, así que me puse en contacto con mi abogado para tomar cartas en el asunto”. Por aquel entonces, la veterana intérprete tenía casi 83 años y una memoria prodigiosa que, desgraciadamente, fue perdiendo a causa de varios accidentes cerebrovasculares. Para emprender su odisea, la actriz llamó a Lois, hija de Oliver Hardy, la mitad más delgada del famoso dúo cómico El Gordo y el Flaco, porque en el pasado también había tenido unos problemas relacionados con el copyright por el uso inadecuado de la imagen de su progenitor. “Tras hablar con ella me puse en contacto con el abogado.
Afortunadamente, una de las claúsulas de mi contrato firmado durante el star system establecía que nadie podía usar mi nombre o mi imagen en el futuro con fines comerciales sin consultármelo previamente. Y, obviamente, Almodóvar no lo hizo”, agregó. Mientras se recuperaba de una operación de cadera, Celeste volvió a mostrar que era un hueso difícil de roer. Aunque su carácter enérgico y sus contundentes palabras las solía aderezar con una dulce sonrisa. A pesar de que siempre renegó de la Meca del Cine, lo cierto es que la actriz compró su dúplex de Central Park West de más de 300 metros cuadrados con parte del salario obtenido por sus películas. En 1958 lo pagó al contado por 10.000 dólares (9.000 euros) y, tras su muerte, se vendió por 10,5 millones de dólares (casi 9.5 millones de euros), mil veces más que su valor original. Entre sus vecinos se encontraban Robert de Niro o Sting.
Orgullosa, admitió que “siempre odié Hollywood porque no me gustaba que me controlaran ni que me dijeran cómo me tenía que vestir o peinar. Firmé un contrato de siete años con la Fox y tras una gran discusión con Daryl Zannuck -fundador y vicepresidente del estudio- me rescindieron el contrato”. Definitivamente, se mudó a Nueva York porque el teatro de Broadway corría por sus venas.El diálogo entre los letrados de ambas partes no se extendió durante mucho tiempo. A pesar de que la veterana intérprete solicitó varios cientos de miles de dólares, la cifra se redujo a 50.000 dólares (45.000 euros), una cantidad simbólica para los estándares hollywoodienses. Durante la promoción en Barcelona de Hable con ella (2002), el cineaste se quedó atónito cuando le comenté el problema jurídico por los derechos de imagen: “Sí, sí, es cierto. Y no sabes la cantidad de millones que nos pidió. Pregúntale a Agustín (su hermano productor)”. Y Agustín, muy amable, asintió con la cabeza con algo de resignación. Eva al desnudo está a punto de cumplir setenta años y, a pesar de todo lo llovido y filmado, se la sigue considerando una de las grandes joyas del Hollywood clásico en la que tuvo un pequeño papel una entonces desconocida Marilyn Monroe.
Al preguntarle sobre este icono del siglo XX, Celeste comentó que “era una chica pequeñita, muy tímida que tenía algo que llamaba la atención. Cuando se lo comenté a Gregory Ratoff -actor que daba vida a Max Fabian- me dijo: ‘Estoy convencido de que llegará a lo más alto’. Y vaya si lo hizo. Su fama se convirtió como en una bola de nieve que fue creciendo y creciendo con el paso del tiempo”. Celeste siempre evitó hablar sobre aquella filmación de la que no guarda un grato recuerdo debido a Bette Davis: “Fue una maleducada y una grosera. En el rodaje de una de las primeras secuencias me contestó tan mal que decidí no hablarle nunca más”. Hasta tal punto llegaba su desencanto que cuando Sam Staggs le llamó para entrevistarla para su libro Desnudando a Eva, la actriz le colgó el teléfono. Mientras Almodóvar y su troupe siguen en Cannes, realizamos otro breve flashback a la década de los cincuenta, cuando la rubia preferida de Hitchcock se comprometió con el príncipe del único estado soberano absoluto de Europa. Con gran cariño recordó a Grace como “una maravillosa mujer y una actriz fascinante” y añadió con sentido del humor que “cuando le vi el anillo de compromiso me quedé asombrada. Parecía una pista de patinaje por la luz y el brillo que irradiaba”. La última vez que la visité en su apartamento, a duras penas podía recordar. Ni tampoco hablar. Su estado de salud era tan frágil que la tenían que alimentar a través del ombligo y, en ocasiones, respiraba a través de una mascarilla con oxígeno. Por eso, Frank Basile, su quinto marido, un cantante de ópera cuatro décadas más joven que ella, le ayudaba a refrescar la memoria. Pero Celeste no quería que contara una anécdota. Le daba vergüenza. Al final, con una tierna mirada de complicidad le dio una especie de permiso: “Durante el rodaje de Alta sociedad,Frank Sinatra estaba colado por Grace Kelly, pero ella no le hizo caso y se emborrachó. Celeste le acompañó a casa y al día siguiente Sinatra le enseñó a mi mujer su pene. Le dijo que ya se lo podía guardar y Celeste se fue a cocinar unos huevos con bacon”. Así son los entresijos de Hollywood.