Alonso Belza es conocido por haber representado a la familia de Nagore Laffage, víctima de un asesinato machista en Sanfermines de 2008, además de haber sido abogado del turno de oficio de Violencia Contra la Mujer de Gipuzkoa y haber participado en diversos asuntos judiciales de relevante eco mediático en el País Vasco.
La sentencia condena a Alonso Belza a 8 meses de prisión por un delito de coacciones leves, 16 meses por un delito de maltrato habitual, 4 años y 6 meses por seis delitos de maltrato no habitual, y otros 6 meses de cárcel por un delito de lesiones.
El abogado tendrá que cumplir la pena de prisión, ya que el juez ha desestimado la pretensión de la defensa de que imponga una pena alternativa, como multas o trabajo en beneficio de la comunidad.
La sentencia destaca que Alonso Belza es «un reputado abogado en la lucha contra la violencia sobre las mujeres, que en los últimos años había asumido un papel muy activo, con múltiples intervenciones públicas sobre la materia».
«Esto nos obliga a analizar si estamos ante una especie de doctor Jeckyll y Mr. Hyde, por cuanto el señor Alonso Belza defendía en estrados a mujeres víctimas de la violencia machista con rigor y exquisito celo profesional, pero cuando se quitaba la toga se transformaba en un maltratador, como si adoptase el papel de aquellos hombres contra los que había pedido la máxima de las condenas por sus crímenes machistas, copiando sus métodos y conductas», refiere la sentencia.
Por este motivo, el juzgado entiende que el abogado «merece el mayor de los reproches penales, porque en todo momento fue consciente de la ilicitud de su conducta, en su condición de abogado especializado en la materia».
El juez considera probados los hechos narrados por la ex novia de Alonso Belza, quien describió numerosos episodios de violencia a partir de abril de 2016, cuando el letrado, quien «no aceptaba la idea de finalizar su relación» comenzó a enviar mensajes a la mujer de forma insistente, a controlar sus amistades y su teléfono móvil, a discutir con ella, encarándose y gritándole al oído, «y en varias ocasiones a agredirle».
La sentencia detalla cómo el abogado golpeó, propinó patadas, tiró del pelo, agarró por las solapas, escupió y tiró contra la pared a la víctima en las discusiones que mantuvieron en varias ocasiones durante el año 2016.
Una de esas discusiones fue grabada por la víctima, que había seguido el consejo de un amigo y había instalado una cámara en su domicilio, una prueba que la defensa solicitó que fuera anulada, pero que el juez ha considerado lícita.
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