Por: Nury Ruiz Bárcenas

Ahora nos vemos abocados a “tomar café sin amigos, sin gozar un día de playa.

sin disfrutar del arte en galerías, sin tener citas de dos en intimidad, sin disfrutar de paseos al aire libre, todo ha quedado resumido a tres palabras: ‘confinamiento en casa’. Con su reflexión Einstein se adelantó en aquel momento hasta llegar al tiempo actual.

Fue su preocupación al ver la tendencia de los seres humanos con respecto a excesos en el uso de tecnología. Cuando leí esta reflexión de Albert Einstein, el científico más importante conocido y popular entre los siglos XIX y XX (1879-1955), nacido en Alemania, de origen judío con diferentes nacionalidades como haber adquirido la suiza, austriaca y estadounidense, además de la propia alemana, me llegó al pensamiento el momento actual que vivimos.

Parecemos en verdad robots con tapabocas realizando quehaceres y trabajos en casa con el tiempo justo, pero con el pensamiento maquinando a cada instante angustias, miedos, recelos, pesadumbres.

Parecemos autómatas solo manejando la tecnología en todo momento, mañana, tarde y noche, computadoras, celulares, vídeojuegos.

Cuando caminamos unos pasos fuera de casa volteamos la mirada muchas veces para ver quién viene detrás de nosotros; como androides a todo momento lavándonos manos, cambiando tapabocas, escuchando noticias de fallecimientos diarios de personas conocidas o desconocidas sobre las que solo podemos exclamar: ¡Oh, Dios la tenga en paz!” porque no hay para más, ni abrazos de condolencias, ni acompañamiento de llanto, ni dolor sentido junto a la tumba del ser querido, apreciado o de amistad; ya no vestimos el mejor traje negro, zapatos o bolso que tengamos para ir a funerarias a dar pésames porque con seguridad nos encontraríamos con otros amigos allí; ya no hay coronas de flores que enviar como señal de condolencias. De hecho, cierto es el adagio que reza: “Solos nacemos y solos morimos”.

Escuchamos datos numéricos ascendentes en muertos diarios; parecemos robots guardando el dolor que sentimos por el dolor ajeno. Parecemos autómatas cuando debemos acatar medidas necesarias para salvar nuestras vidas; sí, en verdad parecemos muñecos sin sentimientos o quizá llenos de tanto que se nos derrama, sin olvidar ni un momento el tapabocas pero detrás del cual no se aprecian sonrisas, igual como tampoco las muestran los maniquís.

Se dice que la tecnología hará que los robots lleguen al punto de llorar para ser más reales con lágrimas aunque sean artificiales a través de glándulas científicas, es decir, parecidas a la enfermedad del ojo seco.

Pero lo que no podrá nunca ningún robot ni científico es hacerlo reír, reír y reír como cuando reímos junto a un amigo a carcajadas. Los maniquíes jamás dominarán el mundo. Pero parece que la actual llamada ter[1]cera ola del contagio por el coronavirus sí nos está dominando porque llega más agresiva volviéndonos mecánicos, asustadizos, temerosos, angustioso. Esta tercera ola de contagio en la que vivimos actualmente en América Latina (abril 2021) debido a diferentes factores por la pandemia que quiere arrasar con todo, nos trae mutaciones y más limitaciones aún con la vacunación manchada por irregularidades e irresponsabilidades.

La fatiga pandémica se va apoderando poco a poco de las personas, es motivo para desatender normas y previsiones cuando la búsqueda del alimento diario toca puertas. Pero ahora cuando traigo a colación la frase “la tercera ola” en contagios que pueden ser más agresivos y la palabra robots en deshumanización, recordé un libro que leí hace mucho tiempo y hoy volví a retomarlo en algunos apartes por asombroso, con el título de “La tercera ola”, del escritor estadounidense Alvin Toffler, Su primera ola se refirió a la revolución de la agricultura; la segunda fue la industrialización; y con la tercera ola (1979) predijo que se daría para este siglo XXI lo referente a una revolución de la información y la comunicación.

“Que la gente volverá, de a poco, a trabajar en sus casas. Y que al ocurrir esto, podrá estudiar y aprender desde el hogar. Que la educación se terminará dando más en el hogar que en la escuela”.

 Así lo escribió Alvin Toffler y fueron casi predicciones que se están cumpliendo. Por eso sorprende al leerlo. Toffler predijo también en La tercera ola que “será el tiempo donde padres con vivirán durante el día con hijos, mientras trabajan en el computador y los niños estudian.

Y que la familia nuclear de la segunda ola (la clásica configuración de padre, madre y dos o tres hijos viviendo bajo un mismo techo) se convertirá en otro estilo de familia. De igual manera Toffler predijo que la tercera ola representa un cambio en la perspectiva del ser humano, aceptando los derechos de minorías y mayor respeto por la naturaleza,  lo cual estamos viviendo.

Sin dudas, el libro La tercera ola de Alvin Toffler es apropiado leerlo en estos momentos de angustia existencial para comprobar que en verdad somos los seres humanos únicos capaces de pensar, sentir y amar, lo que jamás podrá hacer ningún androide.

Pues claro está que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios y los maniquíes por la mano del hombre propensa a equivocaciones. Para concluir, cierto es que algunos autores plasman en sus libros asombrosas predicciones que con el transcurrir del tiempo las vamos reconociendo; tal fue el caso de Albert Camus y su novela La peste, o las predicciones del Libertador Simón Bolívar a través de sus singulares escritos casi proféticos que pasaron a la historia como son El manifiesto de Cartagena (escrito en 1812 con 29 años de edad) y La carta de Jamaica (escrita en 1815 con 32 años de edad).

Son pues, profecías que desde ningún punto de vista podrán albergar las “mentes motoras” de los robots ni reemplazar al cálido ser humano que siente amor y sabe manifestarlo. Ni seremos del todo una generación de idiotas como también lo predijo Albert Einstein.

#cadenaradiallalibertad