Por: Nury Ruiz Bárcenas

En el epílogo de mi libro físico titulado “Cuando la literatura en Barranquilla le dio la vuelta al tiempo” (216 p), publicado en 2016 la sinopsis que le escribí me pareció sugestiva en aquel momento, pero después de vuelto a leer me parece atrayente para honrar con esas letras este 23 de abril Día del Libro y celebrarlo junto a importantes escritores que aquí menciono a quienes desde siempre los persiguió mi admiración y yo, haciendo similitud del título de otro libro “El hostigante verano de los dioses” de la escritora colombiana Fanny Buitrago, me dejé hostigar por su ejemplo como hombres de letras universales a quienes trato de asomarme por sus senderos literarios.

Primero quiero aclarar al lector que este libro fue ganador en el 2014 en categoría Literatura del Portafolio de Estímulo cuando funcionaba el Instituto Distrital de Cultura (hoy, Secretaría Distrital de Cultura y Patrimonio), pero fue entregado en formato CD. Dos años después, programé su diseño editorial en formato libro, apoyado por la extensión cultural de la Universidad Simón Bolívar. Tanto para escritor como para lector el libro físico jamás podrá ser reemplazado por CD ni por páginas virtuales. La sensación íntima de acariciar un libro entre manos no es comparable con frías pantallas de computadores.

Debo reconocer públicamente que ese título de mi libro lo tomé (robado en parte, y en parte para hacerle honor) de otro poemario con un solo poema de 67 páginas titulado “Cuando mis ojos le dieron la vuelta al tiempo” (2003), que me fue obsequiado en aquel momento recién publicado por su extinto autor, sociólogo, periodista, docente, editor, apreciado y admirado amigo que fue Abel Ávila Guzmán quien así escribió en su profundo poema: ‘Es un poema que no es poema, un cuento que no es cuento, una historia que no es historia, pero, esto, es todo eso”.

El extenso poema de mi admiración permanente en su primera estrofa reza así: “Llegué un día sin sol, en una tarde agonizante. / Con abrazos sinceros, sonoros, efusivos, apabullantes/, fui recibido, también, con besos refrescantes. / Me senté en la vieja mecedora de mi abuelo,/ debajo del tamarindo que aún florecía; / no obstante, haber sido iluminado por cientos de lunas. / Y esta mecedora de cuero sin curtir del abuelo/, heredada de su abuelo me prestó su fondo/ y en él acomodé los glúteos sedientos de sueño/ y mis cansados pies hambrientos de consuelo…”/.

Aclarado el origen del título de mi libro mencionado, quiero traer en el tiempo su epilogo allí escrito, que a su letra dice:

“Epílogo (p.209/211). Decir que esta es una conclusión del libro Cuando la literatura en Barranquilla le dio la vuelta al tiempo, sería mentir. Y es mentir, por cuanto no hay conclusión que hacer, no hay finales que determinar, no hay un hasta aquí sino hasta luego en los libros. Volveré, si Dios lo permite, con otro libro para plasmar allí los nombres y el quehacer de otros personajes de la literatura barranquillera que han armado su prosa y verso caminando bajo la sombra de trupillo y matarratón para inspirarse en su poesía, su verso, su crear ficciones mientras viajan en autobús o con carpeta de papeles tal vez amarillentos debajo del brazo, ideando formas de crear otras historias o inventarlas desde la ventana de sus mentes, historias que podrían ser impactantes a los lectores”.

“Porque ellos, nosotros, yo, todos quienes escribimos, hacemos eso: montar en el escenario de nuestra creatividad un argumento, una trama permanente con el único ingrediente necesario: la propia vida, la cotidianidad. Desde ese actuar se enlazan escenas llenas de situaciones con las cuales moldear la narrativa o el verso. Ese es el verdadero narrador o poeta, el que va caminando con aparente despreocupación por las calles pensando en que cada situación del diario vivir puede darle el insumo para crear una historia; cada persona que a su vez camina por su lado es material inventor de letra a letra, hasta hilvanar verso o prosa.

Pero narrar no es tan fácil como pretendo expresarlo aquí. El escritor debe tener alma de escritor, corazón de escritor, pluma de escritor, diario vivir como escritor, dolor de escritor, amarguras y nostalgias de escritor, alegrías de escritor y pequeños detalles que percibe como escritor, diferente a la naturaleza de las demás personas. Cada uno plasma en el papel situaciones más sencillas que se vuelven colosales solo a consecuencia de la creatividad, de allí se transforma en realismo mágico la escritura.

Un ejemplo palpable lo tenemos en dos cuentos: uno de allá, otro de acá. Expongo aquí el parangón: Un escritor ruso desarrollaba sus relatos en la lejana Rusia anterior a la revolución marxista; los personajes de sus libros han tenido todos nombres rusos, ambiente ruso, sentimiento ruso, pero los lectores no solo han sido rusos sino universales. Han calado en el alma humana sus cuentos porque son vivencias cotidianas, problemas que bien pueden ser los suyos o míos narrados en cualquier provincia española, venezolana, peruana o colombiana.

En el siguiente párrafo de uno de sus cuentos describe el escritor ruso una situación cotidiana: En el cuento: La dama del perrito:

“III. En su casa de Moscú todo había adquirido aspecto invernal: el fuego ardía en las estufas y el cielo, por las mañanas, estaba tan oscuro que la aya, mientras los niños, disponiéndose para ir al colegio, tomaban el té, encendía la luz. Caían las primeras heladas… ¡Es tan grato en el primer día de nieve ir por primera vez en trineo!… ¡Contemplar la tierra blanca, los tejados blancos!… ¡Aspirar el aire sosegadamente, en tanto que a la memoria acude el recuerdo de los años de adolescencia!… Los viejos tilos, los abedules, tienen bajo su blanca cubierta de escarcha una expresión bondadosa. Están más cercanos al corazón que los cipreses y las palmeras, y en su proximidad no quiere uno pensar ya en el mar ni en las montañas…” (Antón Chéjov, 1984).

El otro ejemplo paralelo, el de acá, de Colombia, es una narrativa local, salida de las profundidades de la vida, parecida a la narrativa rusa, escrita por un prolífero escritor colombiano que emergió de las entrañas de tierra atlanticense para el mundo y escribe así en su obra Del Recuerdo a la Semblanza (p.28):

“… Al iniciarse la quema todo era alegría. Los campesinos gritaban y daban ánimos a la candela al compás de los sonidos de las hojas y leños encendidos. Al poco rato una nube de humo entre gris y negro se elevaba hasta el cielo. Eran instantes de expectativa: todos estaban pendientes de la dirección del viento y de la voracidad del fuego. De vez en cuando las miradas fijas y la rigidez de las posturas cambiaban cuando una guartinaja, un ñeque, o cualquier otro animal comestible, salía atontado por la sofocación y el humo. Con la ayuda de los perros se les daba cacería, y de inmediato se

pelaban para aumentar las presas del sancocho. Desde cierta distancia, casi siempre en una lomita cercana, las mujeres y los niños miraban el espectáculo mientras la olla humeante del cocido dejaba escapar sus olores…” (Consuegra, 1999).

Como podemos leer, las dos situaciones creadas por la mente y el corazón de dos escritores, han sido iguales, sentimientos iguales, sitios casi iguales descritos por la imaginación del novelista. Al escritor José Consuegra, nacido en el terruño de Isabel López, corregimiento del Atlántico casi olvidado, lo envió Dios para que con el tiempo también a su suelo hiciera grande con sus letras hasta llegar a ser adalid de las letras caribeñas y allende el mar. Como en efecto, así fue y a ese suelo regresó. Y después de realizada su misión de vida subió a la presencia del Señor para darle su información…

Con estos dos ejemplos citados (Antón Chéjov y Consuegra Higgins), confirmo que cada pequeña situación de vida, cada sueño que tiene el escritor la vuelve gran narrativa que colorea hasta volverla realidad mágica. Así lo hicieron todos los escritores de cuyas vidas y obras tomaré prestadas sus letras para seguir tejiendo nuevas historias”.

Al escritor José Consuegra Higgins, hoy Día del Libro, le rindo homenaje a sus letras, a sus libros que fueron de múltiples contenidos temáticos como economista que fue, pero unos en especial han sido mis preferidos: “Desde mi Columna” (2006), el cual me dedicó así: “Para la admirada periodista y escritora Nury Ruiz Bárcenas, de la Columna Cultural La Libertad” (febrero 2007). Otro libro suyo que me magnetiza es “Del recuerdo a la semblanza”, obras completas; y otro de bolsillo es “José Consuegra Higgins, Un Hombre a través de la anécdota”, también con su dedicatoria afectuosa para esta escritora quien tuvo el placer literario de conocerle.

Para finalizar, puedo decir que Abel Ávila Guzmán, escritor nacido de las entrañas del corregimiento de Lata, municipio El Guamo, departamento de Bolívar, y José Consuegra Higgins, escritor, humanista, educador e investigador científico, personaje reconocido en toda Colombia, nacido orgullosamente en la tierra del corregimiento Isabel López, municipio de Luruaco, departamento del Atlántico, fueron mis adalides de letras a seguir, y el de allá, Antón Chéjov, nacido en Rusia, otro de mis preferidos escritores de la literatura universal, de quien junté sus creaciones con las de acá para formar con ellos tres palabras: Libros para el mundo, que es igual a decir, Escritores para el mundo.

#cadenaradiiallalibertad