Tras convertirse en un fenómeno global desde su debut en 2021, El juego del calamar regresó este 27 de junio con su tercera y última temporada. La producción surcoreana, creada por Hwang Dong-hyuk, cierra su historia con episodios intensos que profundizan en el trauma, la crítica social y el absurdo de la violencia institucionalizada. Esta temporada retoma la historia de Seong Gi-hun (Lee Jung-jae), el protagonista, y amplía el universo de la serie con nuevos personajes, desafíos y un enfoque más simbólico.

Uno de los principales atractivos del regreso es la reaparición de la muñeca gigante Young-hee, ícono macabro del juego “Luz roja, luz verde” de la primera temporada. Esta vez no viene sola: Cheol-su, su contraparte masculina, la acompaña. Ambos personajes, tomados de libros escolares tradicionales de Corea del Sur, simbolizan la infancia idealizada. En los textos originales, enseñaban a los niños sobre valores, comportamiento y lenguaje. Sin embargo, en Squid Game, sus versiones robotizadas y letales representan la perversión de la inocencia bajo un sistema despiadado y manipulador.

Netflix comentó en sus redes sociales:

“Chul-soo y Young-hee eran parte integral de la juventud coreana. Verlos en un escenario distópico refleja cómo los recuerdos de una niñez inocente se deforman bajo el peso de un sistema violento”.

Nuevos juegos, mismas reglas letales

La temporada presenta tres nuevos juegos, todos basados en pasatiempos infantiles, pero modificados con reglas crueles y consecuencias fatales:

  1. Escondidas: Marca el inicio de la temporada. Los jugadores extraen bolas para determinar su equipo (azul o rojo). Los azules deben esconderse durante 30 minutos, mientras que los rojos deben encontrar y matar al menos a uno de los escondidos. Quien no logre cumplir su objetivo, muere automáticamente. El juego introduce desde el primer episodio una tensión moral sobre la voluntad de matar para sobrevivir.
  2. Salta la cuerda: Anticipado en la escena postcréditos de la temporada anterior, este juego presenta a Young-hee y Cheol-su balanceando una cuerda gigante con cuchillas ocultas. Los jugadores deben cruzar un puente mientras saltan la cuerda. No hay turnos establecidos y el caos se apodera del grupo a medida que el tiempo se agota.

Estos juegos subrayan el mensaje de la serie: cómo la estructura lúdica e infantil puede convertirse en una herramienta de control y destrucción en manos del poder.

Desenlace de personajes y conflicto final

La historia retoma inmediatamente después del intento fallido de rebelión contra la organización. Gi-hun, marcado por la pérdida y la traición, se enfrenta nuevamente al Front Man (Lee Byung-hun), su antagonista y pieza clave del sistema que sostiene los juegos. El enfrentamiento entre ambos simboliza la lucha entre humanidad y deshumanización.

El regreso del policía Hwang Jun-ho (Wi Ha-joon), dado por muerto desde la primera temporada, agrega tensión y nuevas revelaciones sobre la operación de los guardias y la estructura interna de los juegos. Su infiltración permite exponer más secretos de la organización, pero también lo arrastra a nuevas tragedias personales.

A lo largo de la temporada, las muertes desgarradoras, las decisiones límite y la desesperanza son constantes. Cada episodio profundiza en las motivaciones de los jugadores sobrevivientes y en cómo el trauma se transforma en herramienta de supervivencia o en condena definitiva.

Un cierre agridulce y simbólico

El final de Squid Game no busca redención total ni respuestas fáciles. En cambio, ofrece un cierre que mantiene el tono nihilista y crítico de la serie. La tercera temporada ratifica a El juego del calamar como una de las producciones más influyentes del streaming global, al combinar entretenimiento brutal con una crítica al capitalismo extremo, al morbo televisivo y a la instrumentalización de la vida humana como espectáculo.

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