La historia de los reinados de belleza ha estado marcada por la exaltación de un modelo rígido: mujeres altas, de cuerpos estilizados y rasgos considerados “perfectos”. Durante décadas, esta idea se consolidó como el canon de lo aceptado en dichos certámenes. Sin embargo, en los últimos años han surgido propuestas que buscan transformar esta visión, apostando por la inclusión y por reconocer que la grandeza de una mujer no depende de su estatura ni de estereotipos físicos. En este contexto, el Miss Petite Mundial se ha convertido en un escenario alternativo que cuestiona esas estructuras y que ha ganado relevancia internacional.
La edición más reciente de este concurso tuvo lugar en Cartagena, donde la colombiana Mayda Jiménez Olarte fue coronada como nueva soberana internacional. Su triunfo simboliza el cambio que por años la comunidad ha reclamado en los reinados de belleza y abre camino hacia una visión renovada, más diversa y representativa.
Nacida en Santa Marta y con 27 años, Mayda se destacó desde el inicio de la competencia. Su preparación estuvo guiada por la Escuela de Reinas Queen by Luigi, donde fortaleció sus habilidades de pasarela, oratoria y desenvolvimiento escénico, factores que resultaron determinantes para convencer al jurado. En diálogo con medios de comunicación, describió la experiencia como un encuentro multicultural enriquecedor, en el que convivió con representantes de diferentes países, compartiendo tradiciones y participando en actividades sociales y ambientales. Durante la concentración, las candidatas visitaron fundaciones de mujeres cabeza de hogar, realizaron jornadas de limpieza de playas y protagonizaron muestras culturales, convirtiendo el certamen en un espacio más allá del espectáculo.
Además de la corona, la samaria recibió el reconocimiento de “Mejor Talento”, gracias a la presentación de un baile contemporáneo inspirado en la autenticidad y la fortaleza emocional. En la pasarela de traje típico, se destacó con un diseño alusivo al sombrero vueltiao, símbolo del pueblo Zenú y del orgullo caribeño.
El camino hacia el triunfo no estuvo exento de retos. Mayda reconoció que la mayor dificultad fue mantener la confianza en sí misma ante la presión y las dudas que generan estos escenarios. El apoyo de su familia y amigos, sumado a su disciplina, le permitió sobreponerse. Paralelamente, su proyecto social, enfocado en la conservación ambiental y el empoderamiento femenino, le dio un valor agregado dentro del certamen. En Santa Marta, ha liderado iniciativas de concienciación sobre el cuidado del agua, la energía y el reciclaje, además de procesos de fortalecimiento emocional para mujeres.
Uno de los mensajes más poderosos que transmitió fue que la grandeza de una mujer “va en el corazón”. Con una estatura de 1.60 metros, se ajustaba a los requisitos del concurso, aunque en otros certámenes habría sido descartada. Para ella, el Miss Petite Mundial representa una ruptura de estigmas, demostrando que la realeza en los reinados no depende de centímetros, sino de carisma, liderazgo y capacidad de inspirar.
Durante la concentración, su dominio del inglés le permitió desenvolverse con naturalidad, reforzando su conexión con el jurado y el público. El triunfo de Mayda no solo le entrega a Colombia una nueva corona internacional, sino que reafirma un cambio de paradigma en la forma en que se entienden los certámenes de belleza, hoy más enfocados en la diversidad, la inclusión y la autenticidad.
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