Treinta años después de su estreno, Toy Story sigue siendo un punto de quiebre en la historia de la animación, una especie de Big Bang creativo que transformó para siempre la producción cinematográfica en CGI. La película debutó el 22 de noviembre de 1995, cuando el internet era incipiente y los computadores estaban lejos de ser herramientas accesibles. Su lanzamiento como el primer largometraje animado completamente por computadora fue un acto de riesgo e innovación, impulsado por un equipo que, según el animador Pete Docter, trabajaba con la informalidad y el entusiasmo de quienes “hacen una película en su garaje”.
Andrew Stanton y Jonas Rivera recuerdan que, a pesar de un acuerdo de 26 millones de dólares con Disney para producir tres largometrajes, Pixar tenía solo tres ideas posibles, entre ellas un concepto a medio desarrollar sobre juguetes que Disney eligió. El proceso creativo, sin embargo, enfrentó graves dificultades. Uno de los momentos más delicados fue el conocido “Black Friday”, una fallida presentación ante ejecutivos de Disney que casi cancela el proyecto. Para salvar la película, el equipo tuvo apenas dos semanas para reescribir escenas y perfilar mejor a los personajes.
Woody, inicialmente concebido como un personaje más ácido y oscuro, terminó convirtiéndose en un líder complejo, vulnerable ante el miedo a ser reemplazado, un sentimiento universal que ayudó a cimentar el corazón emocional de la historia. Stanton admite sentirse particularmente vinculado con el vaquero, pues gran parte de su diálogo nace de su propia escritura. Buzz Lightyear, la contraparte tecnológica interpretada por Tim Allen, llegó para reforzar el conflicto central: la tensión entre tradición y modernidad, entre lo clásico y lo futurista.
Según Docter, Pixar también quiso romper con la expectativa de que las películas animadas debían ser musicales con fórmulas preestablecidas. Toy Story apostó por una narrativa diferente, construida desde las emociones y los conflictos cotidianos. El resultado fue una obra que Oscar Arias, experto en comunicación y cine, considera revolucionaria no solo por su técnica, sino por su perspectiva. Para él, la película triunfó al apoyarse en un lenguaje universal: los juguetes. Eso permitió que la historia conectara con públicos de todas las edades, trasladando la aventura a un entorno íntimo —la habitación de un niño— y explorando temas como la obsolescencia emocional.
El impacto de Toy Story fue inmediato. Recaudó casi 400 millones de dólares y se convirtió en la película más vista de 1995, impulsando una franquicia que continúa vigente. Hoy, con la próxima llegada de Toy Story 5 en 2026, parte del equipo original —24 empleados que trabajaron en la primera cinta— sigue involucrado. La saga ha recibido 10 nominaciones al Óscar y ha ganado 5 estatuillas, incluidos premios por canciones icónicas como “When She Loved Me” y “We Belong Together”.
La evolución técnica entre 1995 y Toy Story 4 también evidencia el salto monumental de la animación: Woody pasó de tener 723 puntos de control a más de 7.000; escenas que antes contenían miles de hojas ahora contienen miles de millones; y fotogramas que antes se renderizaban en horas hoy pueden tardar miles. Estos avances, sumados al impacto cultural de sus personajes y su música, consolidan a Toy Story como una de las franquicias más influyentes y queridas de la historia del cine.
#cadenaradiallalibertad











