Por: Redacción

Hoy hace 39 años, a las 8:15 de la mañana, se respiraba incertidumbre en Popayán.

La muerte se apropió de las calles en pleno Jueves Santo, tras un terremoto que alcanzó los 5,5 grados de Richter. Fueron aproximadamente unos 15 segundos de terror, caos y muerte.

Ante los ojos de la sociedad se desmoronaba todo lo que conocían, sitios emblemáticos de la capital del departamento del Cauca  que caían como fichas de dominó. La mitad de sus 35 iglesias estaban derrumbadas.

«Cuando la tierra comenzó a sacudir y bramar los 20 mil habitantes se lanzaron en pijama a la calle y como enloquecidos comenzaron a correr hacia todos lados, pero estaba cercados por el apocalípsis que azotaba”.

Fueron derribados 6.800 viviendas y edificios, ubicados en su mayoría en la zona histórica de Popayán por el movimiento telúrico que dejó un saldo de 267 personas muertas y 7.500 heridos.

«Dios mío, por qué permitiste esto en este Jueves Santo», exclamaba el arzobispo Samuel Silverio Buitrago.

El movimiento fue tan violento que hasta los muertos se salieron de sus tumbas, más de mil cadáveres quedaron al descubierto cuando una pared del cementerio se fue para el suelo. Los ataúdes se acabaron en las cinco funerarias.  

Popayán debía reconstruirse entre la desolación de las pérdidas humanas, los escombros de lo que se cayó a pedazos y una Colombia que luchaba contra la expansión de la violencia.

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