Por: Valeria Tuiran

Durante los últimos siglos, los juegos tradicionales como el escondite, la cuerda, la lleva, la carrera de sacos, el ratón y el gato, la peregrina, bolita uñita y el trompo, entre otros, se han transmitido de generación en generación, sin embargo, por los grandes avances que ha tenido la tecnología y la relevancia que se le ha dado al hecho de estar conectados a las distintas pantallas, la supervivencia de estos parece estar en amenaza.

En el contexto actual, son cada vez menos los niños que se ven disfrutando de una salida al parque, de un momento de juego e interacción en las terrazas, de montar en bicicletas y patines, o simplemente del compartir con un compañero un espacio que no se vea invadido por el internet, y es que ahora los encuentros tanto de niños y adultos se ven interrumpidos por el tiempo que cada persona decide dedicarle a su teléfono móvil.

Según lo manifestado por la sicóloga Danara Escorcia Lubo durante una entrevista con LA LIBERTAD, es fundamental que los padres sepan que los valores y aprendizajes que aportan la práctica de juegos tradicionales en la infancia son de máxima necesidad en la sociedad, ya que a través de estos es posible desarrollar toda una serie de experiencias que fomentan las relaciones interpersonales, la perspectiva de género, el desarrollo motriz, la igualdad y la diversidad cultural en los niños.

“Es cierto que la tecnología nos brinda múltiples beneficios, pero también es verdad que ha llegado a invadir el espacio en nuestros hogares, de nosotros como padres, y de esta forma haciendo que los niños se involucren mucho más en el mundo digital y hagan a un lado la experiencia de crecer como lo que realmente son, unos ‘niños’”, indica la sicóloga.

¿Por qué lo niños ya no juegan?

Dentro del conjunto de elementos que pueden sumarse al hecho de que estas actividades populares están perdiendo adeptos, está la ausencia de personas adultas haciendo vida en la calle, por lo que este escenario clave e irremplazable para la socialización de los más pequeños de casa ya no existe.

Asimismo, Escorcia detalla que otras de las razones por la que los juegos pasaron de ser tradicionales a virtuales, y despertar aún más la atracción de los niños, es porque este tipo de actividad es capaz de generar una sobre-estimulación en el cerebro; pues las áreas de este órgano complejo encargadas de despertar emociones como alegría, euforia, entretenimiento y adrenalina son activadas y expulsan endorfina, hormona que causa placer y sentimiento de bienestar.

Lo realmente sorprendente son los diferentes efectos o síntomas que puede provocar el pasar cantidades insanas de tiempo conectados a actividades digitales, que empeorarán con el transcurrir de los días y meses, pues su uso excesivo se ha visto relacionado con un mayor riesgo de desarrollar un sedentarismo nocivo para la salud, depresión, ansiedad, agresión, trastorno por déficit de atención e hiperactividad e incluso, generar un autismo.

Pie: Danara Escorcia Lubo, Psicóloga.

Y aunque hasta el momento no existe un diagnóstico exacto que pueda determinar un trastorno de salud por el hecho de estar la mayor parte del tiempo conectados a las pantallas jugando de manera digital, señales como la obsesión por hacerlo, tristeza, ansiedad, manipulación y desechar su gusto por otras actividades que solía practicar, serán signos que podrían evidenciar que el menor tiene hábitos malsanos con esta actividad.

En cuanto al rol que cumplen los padres, es el de ser la autoridad capaz de establecer normas y límites sobre el tiempo que se puede pasar delante de pantallas en función de la edad, como también ser promotores de un desarrollo sano del cuerpo y la mente, a través de la lúdica sin la intervención de cualquier máquina que pueda alterar la atención del niño.

La experta también destaca que los menores deben disponer de una amplia variedad de actividades que puedan realizar en su tiempo libre, como también aprender a convivir de cerca con la tecnología, pues aunque es la realidad actual de la humanidad, es necesario evitar que los niños confundan el mundo real con el virtual y se limiten a tener acercamiento con el exterior, lo que afectaría su crecimiento en sociedad.

“La clave está en no ser permisivos con los niños, es necesario que como padres tengamos el control de los horarios y seamos quienes pongamos las reglas; por supuesto haciéndoles entender los beneficios de sus relaciones interpersonales y del compartir tiempo de calidad con otros, y todo esto lo vamos a lograr siempre y cuando nosotros también le demos un buen manejo al uso de la tecnología, ya que ellos serán nuestro mayor reflejo”, señaló.

Aunque permitir que los niños tengan acceso de forma moderada al internet no está mal, la profesional destaca que en los primeros años de vida no es necesaria la tecnología para el desarrollo cerebral o física, por esto recomienda que los menores puedan conocer el mundo digital a partir de los 7 años, siempre y cuando tengan la supervisión de un adulto o cuidador responsable, y sea únicamente para disfrutar contenido pedagógico, en un tiempo máximo de 45 minutos.

“Los niños lo que necesitan es la interacción con otros niños y el contacto con las personas. El mensaje que puedo regalarles a los papás es invitarlos a que sean partícipes en la educación de sus hijos y regalarles tiempo de calidad sin tener la necesidad de que estén conectados a una pantalla digital, es importante que cuando nos dediquemos a ellos lo hagamos sin interrupciones, ya que ellos son imitadores de nosotros y lo que hagamos hoy traerá repercusiones el día de mañana”, concluyó Danara Escorcia.

#cadenradiallalibertad