La partida de Leonor González Mina, conocida como ‘La Negra Grande de Colombia’, marca el final de una era en la música y la cultura colombiana. Su trayectoria, de más de 70 años, estuvo dedicada a enaltecer las raíces afrocolombianas y a representar con orgullo la riqueza cultural del país tanto a nivel nacional como internacional.

Nacida el 16 de junio de 1934 en la vereda Robles, Jamundí, en el Valle del Cauca, Leonor comenzó su carrera artística de manera sorprendente: debutó como cantante en París, mientras era parte del Ballet Folclórico de Delia y Manuel Zapata Olivella. Este momento fue el inicio de un camino que la llevaría a convertirse en ícono de la música folclórica colombiana.

Su primer disco, ‘Cantos de mi tierra y de mi raza’ (1964), bajo el sello Sonolux, capturó las sonoridades de los litorales Pacífico y Atlántico. Con su voz potente y su interpretación emotiva, logró que estas melodías tradicionales resonaran en todo el mundo, consolidándose como una de las artistas colombianas más reconocidas.

Además de la música, Leonor brilló en la actuación. Encarnó personajes memorables como Hipólita, la nana del Libertador Simón Bolívar en Revivamos nuestra historia, y Zenobia en la versión original de Azúcar, dirigida por Carlos Mayolo. Estas actuaciones dejaron una huella indeleble en la televisión colombiana.

Leonor recibió numerosos reconocimientos a lo largo de su carrera, entre ellos:

  • Mejor artista de Colombia (1975), otorgado por el diario El Tiempo.
  • La Condecoración Andrés Bello del Gobierno de Venezuela (1978).
  • La Orden Simón Bolívar del Gobierno colombiano (1980).

El legado de ‘La Negra Grande de Colombia’ no solo está en sus canciones y actuaciones, sino también en su lucha por visibilizar y dignificar la cultura afrocolombiana. Su vida y obra seguirán siendo un símbolo de identidad, resistencia y arte.

Su fallecimiento es una pérdida profunda, pero su legado seguirá inspirando a generaciones futuras.

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