
Por: Moisés Pineda Salazar
Es la misma historia. Cabría decir también que: “son el mismo libreto y los mismos actores”.
En la historia de Puerto Colombia hay un período en el cual, la crisis irreversible de Colpuertos significó para el Municipio un período de decaimiento en todos los órdenes. Incluyendo su capacidad para defenderse adecuadamente del abuso de su vecino: el entonces Municipio de Barranquilla.
Frente a eso, desde los inicios de este proceso, en el que evidentemente se han dado abusos de un lado, ignorancia e irresponsabilidad del otro, los administradores de Barranquilla han dicho que “no es su culpa que desde los años 1950’s Puerto Colombia no supiera, o no pudiera defenderse adecuadamente” del expansionismo barranquillero.
Así, con contadas excepciones, lo ha pregonado esta porción de la dirigencia barranquillera, independientemente de su procedencia, partido, ideología, género y clase.
Esa porción de la dirigencia barranquillera, la que ejerce el poder desde la supremacía que le proveen sus negocios, sus rentas, su situado electoral y la visión de superioridad moral e intelectual que tiene de sí misma, renunció a los deberes de solidaridad, complementariedad, de cooperación y de subsidiaridad que le impone su condición de ser Municipio Núcleo del Área Metropolitana.
Por eso, con razón hay quienes consideran que el principal obstáculo para la Integración Regional del Caribe Colombiano y para el desarrollo institucional del Área Metropolitana de Barranquilla son el “centralismo barranquillero”, la “visión barranquillocéntrica” de su dirigencia y las ínfulas que la llevan a comportarse como “la capital del Caribe”, porque los miembros de este “Partido Barranquillocéntrico” creen que tal condición es su “destino manifiesto”.
Sin duda que el debilitamiento institucional de los Departamentos, así como el peso de los situados electorales de los Distritos de la Región Caribe que afectan el origen político de sus autoridades- Gobernadores, Diputados, Representantes- han contribuido a reducir su independencia y capacidad para cumplir con la tarea de generar simetrías en conflictos como este que han dado en caracterizar como una “Batalla entre David y Goliath”, o una “Pelea de Tigre con Burro Amarra’o”.
Horacio Brieva Mariano, que es tan acucioso para encontrar oquedades en los entresijos de la densa urdimbre de parágrafos e incisos con los que los políticos arropan sus intenciones, da por cierto que la Asamblea del Departamento del Atlántico segregó territorios al Distrito de Barranquilla.
No se percata que, contrariando sus propios fallos, en los que ha dicho que “los límites fiscales no son límites territoriales”, el Consejo de Estado admitió como prueba una “auto- certificación” del Departamento de Planeación Distrital aceptando la competencia de Barranquilla para habilitarse como competente para dirimir una controversia en la que el Distrito es “juez y parte”, diciendo que:
“El Departamento Administrativo Distrital (sic) de Barranquilla, en oficio del 3 de septiembre de 1999 dirigido al alcalde distrital, señaló: “En atención a su solicitud, me permito rendir informe de la conclusión obtenida del análisis de los planos que a petición nuestra fueron suministrados por el Instituto Geográfico Agustín Codazzi. Al respecto, una vez comparado el área territorial demarcada por el límite fiscal vigente entre el distrito de Barranquilla y el municipio de Puerto Colombia y el límite marcado por la Ordenanza 21 de 1999, se obtiene como resultado una pérdida territorial para el distrito de Barranquilla de 14.350.929 M2 (1.485.09 hectáreas)”
Con base en esa “auto- certificación” del Departamento Administrativo de Planeación Distrital, el Consejo de Estado concluyó que:
“se está segregando del Distrito Especial, Industrial y Portuario de Barranquilla un área de 1.435.06 hectáreas, para lo cual la Asamblea Departamental carecía de facultades”
A partir de semejante adefesio institucional, se llegó a lo improbable:
(Continuará)