A más de 2.600 metros sobre el nivel del mar, el Altiplano Cundiboyacense se despliega como una llanura majestuosa en el corazón de Colombia. Rodeado de montañas y silencioso testigo de civilizaciones milenarias, este territorio ha sido tradicionalmente visto como el eje de culturas ancestrales como la muisca. Pero hoy, el subsuelo revela algo más profundo: una historia genética que reescribe parte del pasado humano en América del Sur.
El 28 de mayo de 2025, un estudio publicado en la revista Science sacudió el mundo de la arqueogenética. Un equipo internacional, liderado por investigadores de la Universidad de Tübingen (Alemania), analizó el ADN antiguo de 21 individuos encontrados en cinco sitios arqueológicos del Altiplano: Checua, Laguna de la Herrera, Las Delicias, Purnia y Soacha.
Los resultados revelan un linaje genético nunca antes identificado en América. Estas poblaciones precerámicas, cazadoras y recolectoras que habitaron la región hace unos 6.000 años, no están emparentadas genéticamente con los pueblos indígenas contemporáneos del país. Según los científicos, se trataba de grupos aislados, con características genéticas propias, cuya línea desapareció sin dejar descendencia directa.
Pero la historia no termina ahí. Según el estudio, hace aproximadamente 2.000 años se produjo una transformación decisiva: una nueva población, procedente de Centroamérica y relacionada con el complejo cerámico Herrera, se estableció en el Altiplano, desplazando genéticamente a los habitantes anteriores.
Este cambio no fue solo biológico: marcó el inicio de nuevas estructuras sociales, económicas y culturales. Curiosamente, los recién llegados compartían lazos genéticos más estrechos con pueblos chibchas del Istmo de Panamá que con los muiscas que llegarían siglos después.
Aunque los antiguos habitantes desaparecieron desde el punto de vista genético, no ocurrió lo mismo con su legado cultural. Herramientas, técnicas y tradiciones parecen haber perdurado, integrándose en las nuevas sociedades. Este fenómeno de “continuidad cultural sin continuidad biológica” lleva a los investigadores a replantear el concepto de identidad en las sociedades antiguas.
Este hallazgo no solo amplía la historia del Altiplano Cundiboyacense, sino que plantea nuevas preguntas sobre las migraciones humanas en Sudamérica. ¿Cuántas otras poblaciones desaparecieron sin dejar rastro genético? ¿Qué historias se ocultan aún bajo las capas de tierra en otras regiones del continente?
Lo cierto es que, gracias al poder de la genética y a una mirada interdisciplinaria, las voces del pasado —silenciadas por siglos— comienzan a ser escuchadas de nuevo.
#cadenaradiallalibertad