La historia de la papa, uno de los alimentos más influyentes en la evolución de la humanidad, ha fascinado a historiadores, antropólogos y científicos. El historiador estadounidense William McNeill dedicó un ensayo provocador a demostrar que este tubérculo ha cambiado el rumbo del mundo. Según sus investigaciones, la patata, domesticada hace aproximadamente 10.000 años en la región que hoy corresponde al Perú, fue la principal fuente de energía para el Imperio inca, sosteniendo a una de las civilizaciones más extensas y complejas de la historia precolombina.
Tras la llegada de los conquistadores españoles al continente sudamericano, el cultivo fue trasladado a Europa alrededor de 1570, convirtiéndose en un alimento que transformó radicalmente las dietas del Viejo Continente. McNeill argumentó que las papas, al proporcionar una fuente abundante, nutritiva y barata de calorías, impulsaron el crecimiento poblacional de varias naciones europeas entre 1750 y 1950, periodo durante el cual estas potencias lograron dominar gran parte del mundo. En su visión, el humilde tubérculo fue un motor silencioso del imperialismo europeo y del desarrollo económico global.
Si bien la historia social y económica de la papa es relativamente conocida, su origen biológico había permanecido como un misterio. ¿De dónde provenía exactamente esta planta? ¿Cómo se había desarrollado hasta convertirse en el alimento que conocemos hoy?
Este enigma comenzó a resolverse gracias a un equipo internacional de científicos liderado por el genetista chino Sanwen Huang, del Instituto de Genómica Agrícola de Shenzhen. El grupo analizó el ADN de unas 60 especies emparentadas con la patata, en un trabajo que combinó técnicas de biología molecular, análisis filogenético y estudios evolutivos.
Los resultados, anunciados este jueves, revelaron una sorprendente conclusión: la papa es “hija” del tomate. Según los investigadores, el tubérculo tuvo su origen hace aproximadamente nueve millones de años a partir de un cruce natural ocurrido en Sudamérica entre dos plantas diferentes: por un lado, una mata de tomate; por otro, una etuberosum, especie similar a la patata en su apariencia foliar pero sin tubérculos comestibles.
Este hallazgo cambia la comprensión que se tenía sobre la evolución de este cultivo. El cruce genético natural dio lugar a una nueva planta capaz de formar tubérculos ricos en almidón bajo tierra, característica que le permitió convertirse en una fuente de energía esencial para los humanos miles de años después. El descubrimiento también demuestra la estrecha relación genética entre varias especies de la familia Solanaceae, que incluye además de la patata y el tomate, a la berenjena, el pimiento y el tabaco.
Desde el punto de vista científico, comprender el origen de la papa no solo resuelve un antiguo misterio botánico, sino que abre nuevas posibilidades para la mejora genética del cultivo. El conocimiento del parentesco con el tomate podría facilitar cruces controlados, resistencia a plagas o adaptación a climas cambiantes, aspectos cruciales en un contexto de crisis alimentaria global.
Culturalmente, este descubrimiento también alimenta la reflexión sobre cómo un simple tubérculo ha influido en la historia humana. El traslado de la patata a Europa no fue un proceso inmediato de aceptación: en algunos países fue rechazada durante décadas, pues se la consideraba alimento para animales o incluso peligrosa para la salud. Sin embargo, una vez incorporada a la dieta, se convirtió en un pilar alimenticio, capaz de sostener a poblaciones enteras, como sucedió en Irlanda antes de la Gran Hambruna de mediados del siglo XIX.
En definitiva, la historia de la papa abarca desde su remoto origen genético hace millones de años hasta su papel decisivo en el desarrollo de civilizaciones y potencias mundiales. El trabajo de Sanwen Huang y su equipo no solo aclara el parentesco con el tomate, sino que también revaloriza la importancia de la investigación científica para comprender y preservar cultivos esenciales para la humanidad.
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