En la era digital, los ciberdelincuentes han perfeccionado sus métodos, combinando la ingeniería social con herramientas tecnológicas cada vez más sofisticadas. Estos ataques buscan principalmente la obtención de datos confidenciales y la realización de transferencias fraudulentas. Una de sus estrategias más comunes es la suplantación de identidad, con la que logran hacerse pasar por asesores bancarios, funcionarios de instituciones reconocidas o incluso por familiares de las víctimas. A través de estas falsas identidades, persuaden a las personas para entregar información personal que puede ser usada en fraudes económicos.

Un mecanismo ampliamente usado es la llamada fraudulenta. Con un guion planeado al detalle, los estafadores manipulan emociones como el miedo, la urgencia o la solidaridad, llevando a la víctima a actuar sin reflexionar. Bajo esta presión emocional, muchos usuarios terminan revelando claves, números de cuentas u otros datos sensibles, creyendo que atienden un asunto legítimo. Estos engaños aprovechan la confianza y el desconocimiento de los ciudadanos frente a las dinámicas de seguridad digital.

En este contexto, la Guardia Civil de España ha emitido una alerta sobre un fraude que ha tomado gran fuerza en los últimos meses y que se conoce como la “estafa de la llamada perdida”. Este método ha demostrado una notable eficacia debido a su sencillez y se ha convertido en uno de los engaños más frecuentes tanto en Europa como en América Latina.

La dinámica del fraude es simple pero efectiva. Los estafadores realizan una llamada muy breve —de apenas unos segundos— desde números con prefijos internacionales poco comunes. Entre los más utilizados están los de países como Irlanda (353), Birmania (95), Zimbabue (263) o Samoa Occidental (685). La llamada no llega a ser contestada, lo que incrementa la posibilidad de que la persona, movida por la curiosidad o el desconcierto, decida devolverla.

El verdadero riesgo está en esa devolución. El usuario, al retornar la llamada, se expone a cargos telefónicos excesivos debido a las tarifas ocultas de comunicación internacional. En muchos casos, este simple acto genera pérdidas económicas considerables, pues la llamada suele dirigirse a números de tarificación especial controlados por redes de delincuentes organizados. Además de los costos, existe la posibilidad de que, durante la comunicación, los estafadores intenten obtener información personal o financiera que incremente el daño potencial.

El éxito de este engaño radica en la psicología humana: el deseo de resolver la duda, la curiosidad frente a un número desconocido o la percepción de que puede tratarse de un asunto importante. Así, el usuario se convierte en víctima de un esquema muy bien diseñado para explotar la buena fe de las personas.

Ante este panorama, las autoridades insisten en la necesidad de estar alerta y actuar con precaución. La principal recomendación es no devolver llamadas de números desconocidos, especialmente si provienen de prefijos internacionales extraños. En caso de duda, se aconseja consultar primero con la compañía telefónica para verificar el origen y la autenticidad del número, o simplemente bloquearlo.

La educación y la prevención son las herramientas más poderosas contra estos delitos. Informarse sobre las nuevas modalidades de fraude y compartir esta información con familiares y amigos es fundamental para reducir el riesgo. En definitiva, la ciberseguridad no depende solo de la tecnología, sino también de la capacidad de los usuarios para reconocer amenazas y actuar con responsabilidad frente a ellas.

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