Pedro Mendoza Olivares, reconocido ampliamente como el ‘maestro del primitivismo’ en el departamento del Magdalena, falleció a los 86 años debido a complicaciones de salud relacionadas con su avanzada edad. Su partida deja un vacío en el mundo del arte colombiano, especialmente en la región Caribe, donde fue una figura influyente en el desarrollo y consolidación de un estilo pictórico que retrataba con autenticidad y pasión la cotidianidad, los paisajes y la esencia cultural del Caribe colombiano.

Mendoza Olivares fue un artista plástico autodidacta, es decir, no recibió una formación formal en instituciones académicas de arte, pero esto no fue impedimento para que desarrollara una obra sólida, original y profundamente conectada con su entorno. Su arte se enmarcó en la corriente del primitivismo, una tendencia que privilegia la espontaneidad, el colorido y la representación ingenua de escenas populares y tradicionales, alejándose de las convenciones académicas del arte y de las teorías contemporáneas que suelen dominar el circuito artístico.

Desde muy joven, Pedro Mendoza mostró interés por retratar las tradiciones, leyendas y celebraciones de su tierra natal: el municipio de Ciénaga, Magdalena. Este lugar, ubicado entre la Sierra Nevada y el mar Caribe, fue una fuente inagotable de inspiración para el artista. Sus obras se convirtieron en verdaderas crónicas visuales que documentaban aspectos fundamentales de la identidad del pueblo cienaguero y del Caribe colombiano en general.

Entre sus piezas más reconocidas se encuentran “Cosecha de Mango”, “La Fiesta del Caimán” y “Las Bananeras”. Estas obras no solo son apreciadas por su valor estético, sino también por su dimensión narrativa y simbólica. “Cosecha de Mango”, por ejemplo, representa uno de los momentos más esperados del calendario agrícola en la región, lleno de colores, trabajo colectivo y alegría popular. “La Fiesta del Caimán” hace referencia a una de las festividades más emblemáticas de Ciénaga, una celebración que mezcla mito, música, danza y teatro popular, mientras que “Las Bananeras” alude a la época dorada de la producción bananera en la zona, evocando tanto la prosperidad como las tensiones sociales del período.

A lo largo de su carrera, Mendoza Olivares logró exponer su obra en numerosos escenarios importantes tanto a nivel nacional como internacional. Sus pinturas fueron exhibidas en galerías y centros culturales de ciudades como Bogotá, Medellín y Barranquilla, así como en países europeos y en Estados Unidos, donde su mirada caribeña fue recibida con gran interés por públicos diversos.

El artista se mantuvo siempre fiel a su visión. No se dejó arrastrar por las corrientes efímeras del arte contemporáneo ni por las modas impuestas por el mercado o la crítica especializada. Por el contrario, desarrolló un lenguaje propio, sencillo y profundamente comunicativo, que le permitió conectar con la comunidad en general, más allá del círculo de expertos o coleccionistas. Su estilo, lleno de dinamismo, fuerza cromática y luminosidad, es un reflejo del alma de la región Caribe: alegre, resistente, festiva y profundamente humana.

El legado de Pedro Mendoza Olivares trasciende sus obras. Él representó un modelo de resistencia cultural y de afirmación de la identidad regional a través del arte. Su vida y producción artística son un testimonio del poder del arte popular para narrar, preservar y dignificar la historia de los pueblos.

Hoy, al despedir a este gran maestro, el departamento del Magdalena y la comunidad artística nacional rinden homenaje a un hombre que convirtió el pincel en herramienta de memoria y celebración cultural. Su obra seguirá viva en museos, colecciones y, sobre todo, en el corazón de quienes reconocen en sus cuadros la magia y el alma del Caribe colombiano.

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